Se aproxima una nueva fecha de elecciones, y con ella la esperanza de dejar atrás varios años de escándalos de corrupción; una inseguridad preocupante y movilidad vial insoportable. Si, lo anterior es sólo una pequeña recapitulación de los problemas de sostenibilidad que enfrenta Bogotá D.C diariamente y que no le permiten su evolución y desarrollo como tal. Es también un pequeño resumen de los grandes retos a los que el/la nuevo(a) alcalde(za) de Bogotá D.C deberá enfrentar en el siguiente periodo de gobierno. Y sin embargo, creo que el desafío más grande es recuperar la confianza de los bogotanos por la administración e instituciones públicas, pues sólo cuando esto suceda, se podrán utilizar las palabras del actual alcalde de Barranquilla: Alejandro Char Chaljub, y adaptarlas para decir que “Bogotá, va bien.”
Pero creo que pasará tiempo antes que podamos decir esa frase que con tanto orgullo expresa el dirigente barranquillero en los últimos tres años. Las campañas electorales sólo se han encargado de producir todavía más escándalos, evidenciando la imposibilidad legal de poner orden a las irregularidades y desorden político. Las denuncias de compra de votos, financiación ilícita, o la incertidumbre de la candidatura inhabilitada, deja a los bogotanos con una perspectiva patética del sistema que los regula. Aunque más preocupante aún, es el hecho de que esta desconfianza se produce en la mayoría del país.
Este año, en Bogotá, se tendrá un día de elecciones excepcionales, teniendo en cuenta que con nueve candidatos a la alcaldía, el ganador no contará con un real apoyo electoral, crucial para una buena gobernabilidad. Pero aún sabiendo este panorama, y a pesar de las alianzas propuestas y planeadas, sólo fue posible una de ellas y que ni siquiera estaba propuesta ni planeada. El problema, creo yo, es la sed de poder, que demuestra lo frágil que es el ser humano y su ideología ante la posibilidad de obtenerlo.
Me parece triste el panorama político que tengo que presenciar hoy, uno que hace a mi generación todavía más escéptica pues no hemos visto un cambio positivo de él en 20 años, sino todo lo contrario, hoy el sentido de la legalidad es cada día más inconsistente, las ideologías cada día más frágiles y los escándalos políticos cada día mayores. Aunque realmente toca reflexionar si son o no necesariamente mayores, ya que pueden ser iguales que hace 20 años, sólo que ahora se tiene conocimiento público de ellos. Lo que nos hace falta entonces, es la opinión ciudadana, que los bogotanos dejen de ser pacíficos y de tomar partido, y que aprendan que independientemente de la tendencia política que encabece el poder, e independientemente si la apoyan o no, se debe exigir: rectitud, puntualidad, y respeto.
El gran día llegará en nueve días. Nueve días en los que Bogotá estará pendiente de todo movimiento electoral. Pero más que estar pegados a la radio en busca de los errores o asientos que cometan los candidatos en este periodo crucial de campaña, lo realmente importante es ir a votar. Ir a votar sea por quien sea que se quiera votar, ya sea candidato, partido o ideología; ya sea a favor o en contra de alguien; incluso, votar en blanco. Lo importante es ejercer el derecho al voto que es lo que nos permite luego estar habilitados para criticar. Pues si nos equivocamos en la elección, al menos se trato de hacer algo al respecto. Ejercer nuestro derecho al voto, es el primer paso para poder decir que “Bogotá, va bien”.
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